Nuestro más sincero pesame y solidaridad con las victimas del accidente ferroviario en Santiago de Compostela
MINUTOS DE SILENCIO
No es día para gritos ni para mezquindades. Una losa de abatimiento, de dolor, sepulta hoy cualquier otro sentimiento y cualquier otra urgencia. No importa tanto la declaración de un luto oficial, como la mirada a nuestra propia conciencia para examinar si aún conservamos el signo de compasión hacia el que sufre una tragedia. Todavía se buscan cuerpos y se lucha contra reloj para salvar una vida. Nada puede conturbar ese esfuerzo. Los miles de ciudadanos que acudieron a donar su sangre, los trabajadores públicos que no han tenido un minuto de descanso, son el símbolo de un pueblo que no está adormecido, poseedores de unos valores que son parte esencial de los rasgos mayoritarios en la sociedad española. Sin distinción de lenguas, ideologías o estatus social.
Hoy, cientos de familias llaman a los teléfonos de urgencia buscando un nombre y sobre todo una esperanza. Viven pendientes de un informe médico. Necesitan respeto, sobre todo respeto. Que no se franquee la línea sutil que separa la imprescindible información del morbo y el espectáculo. Que no haya declaraciones grandilocuentes, ni mensajes inculpatorios o exculpatorios. No es el tiempo.
Hoy, a nadie puede importarle demasiado este comentario. Los dedos se resisten a buscar palabras en el teclado. Y el cerebro está colapsado ante los testimonios personales de quienes están sufriendo en propia carne y alma la tragedia.
Silencio, pues.
Eduardo Sotillos
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