lunes, 20 de julio de 2015

La gente de Ibros en la Batalla de Bailén,"BAILEN" Benito Pérez Galdós

Cortesia de El KIOSCO ROJO...de Ibros



" BAILEN "
Benito Pérez Galdós






Capitulo 14



La Junta de Sevilla había indultado

el 15 de Mayo a todos los contrabandistas y a los

penados que no lo fueran por los delitos de homicidio,

alevosía o lesa majestad divina o humana, y esto trajo

una legión, que si no era la mejor gente del mundo por

sus costumbres, en cambio no temía combatir, y fuertemente

disciplinada, dio al ejército excelentes soldados.

Ibros, lugar célebre en los fastos del contrabando; Jandulilla,

Campillo de Arenas, y otras localidades, entregadas

más tarde al sable de la guardia civil y de los carabineros,

enviaron respetables escuadrones, con la particularidad

de que por venir armados hasta los dientes, y ser todos

unos caballeros de muy buen temple, que sabían dónde

echaban la boca del trabuco, se les reputó como auxiliares

muy eficaces del ejército.
continua
Capitulo 29

La capitulación iba despaciosamente, porque los parlamentarios se habían juntado en Andújar, residencia del general en jefe, y en Bailén no teníamos noticia de lo que allí pasaba. Temiendo que los enemigos intentaran escaparse, nuestros generales tomaron acertadas precauciones, y la artillería ocupó, mecha encendida, los puestos convenientes. Al mismo tiempo millares de paisanos, discurriendo por cerros y alturas, hostigaban de tal modo a los franceses en todas partes, que no les era posible moverse. Estavigilancia permitía descansar a una parte del ejército; y especialmente los heridos, aunque sólo lo fueran muy levemente como yo, teníamos libertad para estar en el pueblo, donde nos ocupábamos en reunir víveres y llevarlos a los del campamento, así como en acomodar a los heridos graves en las principales casas.

Salía yo de Bailén con un cesto de víveres para unos jefes de artillería cuando tropecé con Santorcaz, que volvía seguido de algunos voluntarios de Utrera y licenciados de Málaga.

-¡Oh, Sr. de Santorcaz! -exclamé con la mayor sorpresa-. ¿Está Vd. vivo? Yo le hacía en el otro barrio.

-No, muchacho, vivo estoy -me respondió-. Dios quiere que todavía el que está dentro de esta camisa dé mucho que hacer en el mundo.

-¿Pero tampoco está Vd. herido?

-Aquí tengo un par de rasguños; pero esto no es nada para un hombre como yo. Ya sabes que me han hecho sargento. No vine aquí para ganar charreteras; pero puesto que me las dan, las tomo.

-Grandes hazañas habrá hecho el Sr. D. Luis.

-Poca cosa. Caí del caballo, y a pie defendime rabiosamente contra tres o cuatro franceses. Reventé a uno, descalabré a otro, y me volví a nuestro campo con un águila que entregué al marqués de Coupigny. Al recoger de mis manos la bandera, el general, despuésde preguntarme si era licenciado de presidio, me dijo: «Es Vd. sargento». ¿Ves? Me han puesto al frente de este pelotón de buenos muchachos; ¿quieres venirte con nosotros?

Diciendo esto señaló a los esclarecidos varones que le seguían, los cuales, o yo me engaño mucho o eran la flor y nata de Ibros, Sierra de Cazorla y Despeñaperros, todos gente de ligerísimas piernas y manos. Dile las gracias por el ofrecimiento, y seguí mi camino.